En este domingo celebramos con alegría el día de la madre. Recordamos con gratitud y afecto a todas
las madres, especialmente a nuestras madres, aquellas que están con nosotros y aquellas que ya han
ido al cielo y las confiamos a María, la madre de Jesús. En la exhortación «Amoris Laetitia» el Papa
Francisco nos recordaba que «las madres son el antídoto más fuerte ante la difusión del individualismo
egoísta. Son ellas quienes testimonian la belleza de la vida. Sin duda, una sociedad sin madres sería
una sociedad inhumana, porque las madres saben testimoniar siempre, incluso en los peores
momentos, la ternura, la entrega, la fuerza moral. Las madres transmiten a menudo también el sentido
más profundo de la práctica religiosa: en las primeras oraciones, en los primeros gestos de devoción
que aprende un niño». (AL 174)
Este fin de semana se lleva adelante el 6to. Congreso Misionero Nacional en San Luis bajo el Lema
«Argentina, con la fuerza del Espíritu, testigos de Cristo». El Papa Francisco envió un videomensaje
para esta ocasión en el que dijo: «La misionariedad es una dimensión del corazón cristiano. Cuando a
vos te bautizan te incorporan a la Iglesia, que es misionera que recibió el mandato de Jesús: “vayan
evangelicen, prediquen, hagan conocer, bauticen”. Una Iglesia en movimiento. Cuando la Iglesia no
está en movimiento, se estanca; y no se olviden de que puede pasar lo mismo que con el agua. El agua
estancada es la primera que se corrompe. Es decir, una Iglesia que no es misionera, es una Iglesia
corrompida, que se corrompe; porque le falta esa dimensión que le da la misión y que da ese oxígeno
espiritual. O somos cristianos católicos misioneros, o somos enfermos. Que la misionariedad no sea la
frutilla de la torta; no, es la torta. La misionariedad es esa dimensión que ustedes tienen que ir llevando
adelante. No tengan miedo, juéguense y dejen misionar el propio corazón, que Jesús los misione a
ustedes».
También el Papa, en el mensaje para la Jornada mundial de las misiones, manifestaba: «Quiero expresar
mi cercanía en Cristo a todos los misioneros y las misioneras del mundo, en particular a aquellos que
atraviesan un momento difícil. El Señor resucitado, queridos hermanos y hermanas, está siempre con
ustedes y ve su generosidad y sus sacrificios por la misión de evangelización en lugares lejanos. No
todos los días de la vida resplandece el sol, pero acordémonos siempre de las palabras del Señor Jesús
a sus amigos antes de la pasión: “En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al
mundo” (Jn 16,33).»
«La urgencia de la acción misionera de la Iglesia supone naturalmente una cooperación misionera cada
vez más estrecha de todos sus miembros a todos los niveles. Este es un objetivo esencial en el itinerario
sinodal que la Iglesia está recorriendo con las palabras clave comunión, participación y misión. Tal
itinerario no es de ningún modo un replegarse de la Iglesia sobre sí misma, ni un proceso de sondeo
popular para decidir, como se haría en un parlamento, qué es lo que hay que creer y practicar y qué no,
según las preferencias humanas. Es más bien un ponerse en camino, como los discípulos de Emaús,
escuchando al Señor resucitado que siempre sale a nuestro encuentro para explicarnos el sentido de la
Escrituras y partir para nosotros el Pan, y así poder llevar adelante, con la fuerza del Espíritu Santo, su
misión en el mundo».
«Como aquellos dos discípulos “contaron a los otros lo que les había pasado por el camino” (Lc 24,35),
también nuestro anuncio será una narración alegre de Cristo el Señor, de su vida, de su pasión, muerte
y resurrección, de las maravillas que su amor ha realizado en nuestras vidas».
Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo Domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas