25 abril, 2024

La clave para cambiar de paradigma: No todos tus residuos son basura

residuos varios

 

Con un simple cambio de perspectiva podemos evitar que eso que llegó al final de la cadena termine enterrado en un relleno, amontonado en un basural o flotando en el océano.

 

Vivimos inmersos en la cultura del consumo. Una tendencia que surge a la par de un modelo económico, que no solamente la acompaña sino que la retroalimenta. Se trata del modelo económico lineal. Consiste en extraer materias primas, que muchas veces son recursos naturales no renovables; fabricar productos o insumos, que por lo general son de un solo uso o tienen una vida útil acotada; utilizarlos y luego se desecharlos como “basura”, cuando llegan al final de esta línea.

 

Ya sea una servilleta de papel o una heladera, todo llega en algún momento al final de su vida útil. Todo lo fabricado tiene un final y termina saliendo del ciclo productivo.

 

Con un simple cambio de perspectiva podemos evitar que eso que llegó al final de la cadena termine enterrado en un relleno, amontonado en un basural o flotando en el océano.

 

residuos oceano

 

El concepto de vida útil es algo subjetivo, en cierta medida. Lo que dure un producto o material, va a depender en primera instancia de sus características fisicoquímicas. No podemos pedirle a un tomate que aguante 5 meses, por supuesto, eso es algo que está fuera de nuestras manos.

 

En segundo lugar, dependemos de la obsolescencia programada definida o no por parte del fabricante, y de las posibilidades de reparar, reutilizar y reciclar que uno tenga disponibles. No es lo mismo el lavarropas que compró mi abuela en 1949, que sigue funcionando, que el que me compré yo el año pasado, que probablemente caduque en unos años sin mucha posibilidad de ser reparado. Tampoco es lo mismo vivir en una gran ciudad con contenedores diferenciados por doquier y EcoPuntos de recepción de reciclables en las plazas, que vivir en un pequeño pueblo, donde probablemente solo algunos de los materiales que componen a nuestros residuos sean recuperables de manera formal.

 

Por último, y no menos importante, estamos a merced del ingenio y creatividad de cada uno de nosotros. Este es el punto decisivo, que va a determinar si la vida útil de un producto llegó realmente a su fin o todavía tiene resto para ser aprovechado.

 

Para alargar la vida de los materiales, tenemos que informarnos, buscar fuentes confiables y nunca conformarnos con una etiqueta que diga “ecológico”. Que un producto o comportamiento sea sustentable, es decir, que cuide la salud del planeta y la de las personas, va a depender de millones de factores. No podemos controlarlos todos, pero el conocimiento es poder. Cuanto más informados estemos, mejores decisiones vamos a tomar. No hay que tener miedo a equivocarse, de hecho, esa suele ser la mejor manera de aprender.

 

Por ejemplo, si bien el vegetarianismo es una muy buena idea para disminuir nuestra huella ecológica en términos generales, hoy día hay evidencia científica de que bajar el consumo de productos lácteos es más eficiente que comer menos carne, si lo que queremos es generar una menor huella de carbono. También es muy común elegir un producto por ser “reciclable” cuando ni siquiera estamos al tanto de si efectivamente puede reciclarse en nuestra localidad y tampoco estamos teniendo en cuenta que podríamos elegir un producto equivalente pero que sea reutilizable, por ejemplo.

 

Cuanto menos etiquetemos y más información real manejemos, mejores decisiones vamos a tomar.

 

Por otro lado, muchas veces vamos a tener que pensar por fuera de la norma. En general los productos son pensados y creados con un fin determinado. Pero no necesariamente su vida útil debe terminar cuando deja de cumplir ese fin. Podemos usar nuestra creatividad para convertir los residuos en recursos. Ese tupper que se quedó sin tapa ayer, hoy puede ser un bowl y mañana transformarse en maceta.

 

residuos reciclado

 

La clave está en cambiar de paradigma, cambiar de perspectiva y dejar de ver aquello que “ya no sirve” para tal fin como basura. Tenemos miles de posibilidades previas a depositarlo en un tacho. Herramientas como la regla de las 3 R (reducir, reutilizar y reciclar), pueden guiarnos en primera instancia. Pero para hacer un cambio real, tenemos que cambiar la mirada.

 

Una buena práctica es cada tanto hurgar entre nuestra basura y ver qué encontramos. ¿Hay muchos orgánicos? ¿Envases? ¿Restos de comida? ¿Plásticos? Solamente conociendo nuestros residuos podemos elegirles el mejor destino.

 

Obviamente, el mejor residuo es el que no se genera. Si vemos que podemos evitar una montaña de empaques innecesarios, por ejemplo, comprando a granel, podemos fijarlo como nuestro próximo objetivo. Pero para aquellos residuos que generamos y sabemos que vamos a seguir generando, vamos a poner nuestro foco en alargar ese ciclo de vida. Ya sea reparando, reutilizando, donando, vendiendo o reciclando, siempre vamos a intentar elegir la opción que dé lugar a una vida más larga.

 

Aplicando este cambio de perspectiva, nuestros hábitos y costumbres van a ir modificándose poco a poco, permitiéndonos cuidar los recursos naturales, generar menos contaminación, reducir nuestra huella de carbono, cuidar nuestra salud y la de otras especies y hasta ahorrar dinero.

 

Licenciada en gerenciamiento ambiental, especialista en sustentabilidad y consultora B (@unaovejaverde).

 

Por Maite Durietz

 

Fuente.- https://www.ambito.com 

 

5 de Junio de 2022

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